miércoles, 21 de marzo de 2007

Lanata ADN Mapa genético de los defectos argentinos


El templo del culo perfecto

"Los culos de Ipanema son como de Huxley, Aldous, aquel inglés que se tomó un ácido agónico para percibir con más detalle los detalles de su propia muerte. Los argentinos son de Vitorio Codovila o de Julio Argentino Roca: una cuidadosa construcción de lo que nunca llegará, o siempre mañana."
Martín Caparrós

"Quien tanto se precia de servidor de vuesa merced, ¿qué le podrá ofrecer sino cosas del culo? Aunque vuesa merced le tiene tal, que nos lo puede prestar a todos. Si este tratado le pareciere de entretenimiento, léale y pásele muy despacio y a raíz del paladar. Si le pareciere sucio, limpíese con él, y béseme muy apretadamente."
Francisco de Quevedo y Villegas

"La obsesión por la cola —según el sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff, en diálogo con Romina Manguel para la investigación de campo de este libro— no representa un rasgo de inmadurez sino una tendencia al reduccionismo, a "tomar la parte por el todo", algo que en la sexualidad humana es bastante frecuente. Todo lo que sobresale —y la cola es una protuberancia más— llama la atención reduccionista de la visión masculina. La cola es más 'pública' que la vagina, una salta a la vista, la otra no. (...) El mensaje del cola-less es inequívoco: mírame... mirame... mírame...". Kusnetzoff señala la contradicción manifiesta entre la cola como algo público y mostrable y la carga prohibitiva que conlleva el sexo anal: algo privado, deseado, nunca otorgado livianamente. El coito anal era llamado "sodomía" en la antigüedad, y considerado como una práctica "contra natura"; se decía entonces que los pactos con el demonio se sellaban con un coito anal o un beso en las nalgas. Kusnetzoff observa que distintos países atribuían a sus vecinos esta práctica con intenciones difamatorias: así, los franceses hablaban del "vicio inglés", los ingleses del "vicio francés", los árabes del "vicio persa" y viceversa.
Es difícil precisar la fecha de nacimiento del culto popular al culo en la Argentina, aunque varios estudiosos del tema coinciden en señalar la vuelta a la democracia en los tempranos ochenta como esa fecha inaugural. Según Susana Saulquin, socióloga y especialista en tendencias sociales de la moda, "cada dieciocho años y en consonancia con ciclos que se cumplen también en la música, el arte y la literatura, varía el significado del poder que la sociedad le asigna a distintas partes del cuerpo. El interés en la cola se instaló con el comienzo de la democracia, para fortalecer el juego de mirar y ser mirado". El obsesivo interés por la cola coincidió —según Saulquin— en una etapa de gran distanciamiento entre chicos y chicas jóvenes en la playa, registrada a mediados de la década del ochenta. El "mirame" se separaba claramente del "tocame". Saulquien observa que ninguna fábrica de jeans argentina puede utilizar moldes internacionales, ya que los jeans locales deben tener, sí o sí, "calce profundo": el extremo ajuste del jean les permite a las mujeres usarlo como un modelador del cuerpo, convirtiéndose en una literal "segunda piel".
El sociólogo español González Gil, citado por Sandra Russo, hace en su libro Medias miradas un paralelismo entre el consumo social del cuerpo femenino y el tratamiento de los alimentos descripto por Lévi-Strauss en Lo crudo y lo cocido. Afirma que así como la cocción de los alimentos para algunas civilizaciones tempranas significaba la obtención de comida más para ser "pensada" que ingerida (es decir, el alimento cocido aporta "una idea de sí" a quien lo cocina, lo extrae del lugar salvaje), también la "cocina" (la producción) del cuerpo femenino en los medios está destinada a construir una "mujer para ser pensada" por el espectador, pero sobre la base de su propia necesidad de ser constante e infatigablemente estimulado, siempre inducido y alentado a conseguir esa nueva y esquiva utopía de la Erección Permanente. "Acaso porque por definición —dice Russo— se busca lo que no se tiene, o porque en materia de sexualidad —Foucault dixit— casi nunca lo que abunda es lo que hay, esta sobreabundancia de culos tal vez nos esté diciendo que esta nueva utopía de la Erección Permanente de lo que está hablando es de una mala relación entre los hombres contemporáneos y su intimidad."
Mafud sitúa las preocupaciones masculinas en el extremo contrario: el gran peso de los hábitos machistas determina, en su opinión, que "cierto adolescente argentino" origine su relación sexual con homosexuales. "Barra, patota, café —escribe Mafud—, al quedar excluido circunstancialmente de los contactos femeninos nace en él la tendencia a desarrollar toda su conducta social y sexual entre machos (...) con una aclaración esencial: no poseen relaciones sexuales entre sí, sino que comparten colectivamente sus relaciones sexuales con algún homosexual. (...) Una encuesta de iniciación sexual realizada en la zona suburbana noroeste demostró un alto índice de iniciación sexual con homosexuales: de cada 10 primeras relaciones sexuales, 4 a 3 habían sido realizadas con homosexuales."
"Newton podría haber pensado en el trasero para demostrar su teoría, ya que, como la manzana, termina cayendo", afirma en su página web la revista española Telva, que publica también los resultados de una encuesta:
"Como decía Chanel, llegada cierta edad, ¿qué eliges?:

La cara: 42,87%
El culo: 57,12%

Según un informe aparecido en el diario Ámbito Financiero, "la Argentina es, en proporción a su población, uno de los países en el mundo en que más gente se opera, después de los Estados Unidos y Brasil, y a la par de algunos países de Europa. Las estadísticas señalan que los hombres vienen en franco ascenso y hoy representan, aproximadamente, el 40% de la torta estética". Los turnos en los hospitales para intervenciones estéticas están agotados y deben tomarse con siete u ocho meses de adelanto. En 2003 se realizaron en el país 140.000 intervenciones, por un monto aproximado de 320 millones de dólares. Y una curiosidad: la lipo-gluteoplastia, que sirve para redondear el culo y eliminar los excedentes de grasa, es una de las operaciones más populares entre los hombres, con un costo que oscila entre los cuatro y seis mil dólares y doce días de internación. José Luis Manzano, ex ministro del Interior de Menem, aún hoy niega haberse realizado dicha intervención, que —a estar de las nuevas tendencias— lo hubiera situado en la vanguardia estética argentina. Hasta 1979 se realizaban en Argentina unos 20.000 implantes, a mediados de los ochenta el promedio subió a 60.000, pero fue precisamente durante el auge del menemismo (con su carga de capitalismo salvaje, apología del consumo y la cocaína y sueños secretos de Primer Mundo) cuando se produjo el boom y se superaron las 80.000 operaciones. Según una encuesta publicada por Newsweek en 1999, uno de cada treinta argentinos se ha sometido a una operación para remodelar sus rasgos faciales o su cuerpo.
Martín Caparrós escribió en la revista Veintitrés: "Nuestra idea del culo es, además, una particularidad nacional: no sé de ningún otro castellano —ni España ni América latina— donde 'tener culo' suponga los favores de fortuna. Habría que descubrir de dónde viene; por el momento, la tarea me excede. Lo cierto es que el lugar del culo en la cultura nacional es relevante. (...) Meterse algo en el culo puede ser malgastarlo, si es uno mismo el que se lo propone, o despreciarlo, rechazarlo si es otro el que te insta a que lo hagas. El culo, en argentino, da para todo: pocas palabras hay que digan tanto. Si nos miran el culo nos desean, si nos lo tocan nos están provocando o despreciando, si nos lo rompen nos derrotan. A veces es brutal y sorprendente, y uno se cae de culo mientras a otros se les arruga el susodicho. Otras veces, en cambio, se nos vuelve ambiguo: hacer el culo se parece más a deshacerlo y el que culea no lo hace con el culo. Y, pese a tanto homenaje, nos sigue yendo como el culo y nos quedamos con el culo al aire. Algunos dicen, incluso, que eso nos pasa porque no lo movemos suficiente. (...)
"La Argentina es un país de culófilos que querrían transformarse en culoclastas —o, más acá de cualquier helenismo, un país de adoradores del famoso culo. Cuando se trata de añorar pedazos de mujer, los hombres americanos, un suponer, suspiran por enormes tetas; los franceses, otro ejemplo, por 'el diamante que duerme entre sus nalgas'; no hay hombre nacional que no se pierda por los culos. Parece menor —y lo es, seguramente— pero siempre me impresionó que nos gustara del sexo opuesto aquello que sí tiene el sexo propio. El culo es —dentro de ese juego de las diferencias— lo menos diferente: buscar poseer en la otra lo que uno ya posee, en lugar de lo radicalmente distinto, lo que crea la verdadera diferencia. Nos hacemos los machos deseando en las mujeres lo que los machos tienen."

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